Estética: lo grotesco

 


Grotesco deriva del italiano grottesco, esto es, de las grutas. El sentido original de la palabra hace referencia a un estilo extravagante en el arte decorativo romano, que fue redescubierto e imitado en Roma en el siglo XV. Se descubrieron en esa época varias cuevas decoradas, que eran en realidad habitaciones y pasillos de la Domus Aurea, el complejo palaciego que el emperador Nerón mandó construir tras el gran incendio del año 64.  Se llamó grotesco al arte inspirado en la decoración de estas de grutas, caracterizado por la presencia de elementos ridículos, chabacanos, vulgares o absurdos, con profusión de adornos en forma de bichos, sabandijas, quimeras y follajes, es decir, “grutescos”.

En lo grotesco, el humor tiene el papel fundamental de desarmar al espectador; de llevarlo por un camino de situaciones risibles, pero que paulatinamente irán incrementando la sugerencia del horror. El horror en el grotesco suele estar atravesado por la impresión de inestabilidad y desequilibrio, de desprotección absoluta.

Una de las referencias obligadas en el tema de lo grotesco es la obra de Wolfgang Kayse, “The Grotesque in Art and Literature” (1966). La importancia de este texto radica en que este autor es pionero en el análisis del concepto estético de lo grotesco y de la evaluación crítica que pretende llegar a una definición del término, a través del análisis de sus transformaciones históricas y con ejemplos de diversas obras del arte occidental.

Kayser señala que son propias de lo grotesco: la exageración, la perturbación del orden, la desarmonía, lo terrible, lo deforme y lo trágico-cómico. Aunque el autor se concentra en las descripciones de las obras, resulta parecer que de lo grotesco es imprescindible hablar de la sensación (estética) que nos causa como observadores. Nos indica el autor que “en las estampas de Goya muchas son caricatura, sátira, tendencia amarga, pero estas categorías no alcanzan para interpretarlas. En estos grabados se esconde, al mismo tiempo, un elemento lúgubre, nocturno y abismal ante el cual nos asustamos y nos sentimos perplejos…”[1]

Otra investigación de corte histórico es el trabajo de Frances K. Barasch,  “The Grotesque: A study in Meanings” (1971). Barasch no propone una definición de lo grotesco, pues afirma que no existe un acuerdo en su uso. Lo grotesco, de igual manera, es una categoría estética, un estilo particular de formas “grutescas”, una imagen repulsiva y un mundo indeterminado. Para este autor, lo grotesco tiene que ver con el proceso creativo, en cuanto es una manifestación de la libertad expresiva del artista ante las ideas convencionales del mundo.

El trabajo de Wolfgang Kayser y Frances Barasch es retomado por Philip Thomson, “The Groteske” (1972), en el cual, basado en la revisión histórica de los textos anteriores, examina casos específicos de lo grotesco en la literatura y se enfoca, principalmente, en la reacción que produce en el lector. Para Thomson, lo grotesco es la fusión de términos contradictorios: la risa y lo monstruoso. Desde esta perspectiva realiza dos tipologías. En las cuales determina ciertas características de lo grotesco, al diferenciarlas en dos aspectos principales: 1) Las ideas asociadas al término y 2) Los efectos sobre el sujeto.

En la primera tipología, incluye lo macabro, lo bizarro, lo absurdo, la sátira, la ironía y lo cómico. En la segunda, señala las reacciones ante lo grotesco. A las que denomina: funciones y propósitos de lo grotesco; incluye en éstas los sentimientos de alineación, agresividad, tensión, los aspectos del juego y los efectos psicológicos producidos.

Mijail Bajtin en su trabajo “La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de Francois Rabelais” (1987), el autor señala que las características de lo grotesco en “Gargantúa y Pantagruel” están referidas al cuerpo. Para Bajtin, el cambio de interpretaciones sobre lo grotesco se produce en el período prerromántico y romántico, cuando se relaciona lo grotesco con el carnaval, momento en que la gente se abandonaba a los excesos exuberantes y obscenos de tipo físico. A partir de este momento, lo grotesco tiene una relación directa con la corporalidad del individuo. En este texto, el autor desarrolla el concepto de cuerpo grotesco, que es lo que “se interesa por todo lo que sale, hace brotar, desborda el cuerpo, todo lo que busca escapar de él”[2].

Para Sánchez Vázquez, “Invitación a la Estética” (1992), lo grotesco es:

La presencia activa de algo extraño, fantástico, irreal o antinatural. Estos elementos extraños, fantásticos pueden darse en escenarios distintos: el sobrenatural ya sea como el paraíso o infierno; allí donde la realidad se pierde como el sueño: en una realidad – como las salas de una abadía- que toman formas fantásticas; o en la realidad más prosaica y cotidiana en la ciudad de Petersburgo en la que irrumpe, sin alterar su cotidianidad, un hecho fantástico y extraño[3].

Lo grotesco es lo irreal, lo fantástico pero relacionado con “lo absurdo e irracional, en el seno de una realidad que se presenta armónica y racional”[4]. Es el humor cruel, la sátira que desvaloriza la realidad.

 

Obed Delfín

Investigador IARTES



[1] Kayser, 1966:9

[2] Bajtin, 1987:285

[3] Sánchez Vázquez, 1992:247-249

[4] Sánchez Vázquez, Ob. Cit.

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