Qué ve la mirada

Arturo  Michelena   
Obra: El Granizo de Reims 1889



Seis miradas humanas están comprometidas en el drama de esta obra de arte.

Por su importancia, en la conformación de la estructura del cuadro, está el anciano que de píe que con cierto asombro mira a través de la ventana. Mira directamente el fenómeno de la granizada, que en este momento está ocurriendo y que azota la tranquilidad del hogar.

La luz baña su cara, por la edad debe haber visto otras muchas granizadas más. No obstante, el asombro ante lo natural nunca se pierde, porque cada fenómeno de la naturaleza es particular y único.

La mujer, que cubre el rostro con su mano, tiene mirada de miedo. No mira hacia la ventana, es una mirada de soslayo. Más bien, busca ser una mirada hacia dentro, una mirada que se refugia en sí misma. Que se aparta del mundo, sin dejar de sentir su fuerza. Todavía no se ha levantado para protegerse del granizo, aparentemente la ha tomado desprevenida.

El niño que se refugia a los píes de la madre, en la falda de la madre. Tiene una mirada semejante a la de la mujer. Una mirada de temor ante lo que está ocurriendo, es una mirada de soslayo. Teme y no se atreve a mirar directamente lo que está ocurriendo, a diferencia del anciano. En esto se asemejan el niño y la mujer. Están ambos replegados sobre sí mismos por el temor que sienten.

La niña protegiéndose en el regazo de la madre, Mira simultáneamente al pintor y al espectador. Posa la mirada en quien está viendo su miedo. Aunque con la semántica corporal se aparta del espectador y busca refugio en la madre, con la mirada nos escruta como si nosotros fuésemos el peligro. La mirada nos advierte de su miedo.

El pintor que ha plasmado las miradas de miedo y de asombro, es el ejecutante del drama. Quien nos ha dejado el testimonio de este drama. Él no nos muestra su mirada, solo ha puesto en el lienzo lo que su mirada ha visto en un momento determinado. No es ausente y, sin embargo, el testigo externo del melodrama que ha ocurrido. Es un testigo de la granizada y de los efectos emocionales que ésta ha producido.

El espectador, sobre éste se posa, al igual que el pintor, la mirada de la niña. El espectador es observado cómo fue observado el pintor. El observador sustituye al pintor como el sujeto de la mirada exterior, está menos comprometido que aquel porque como tal solo vemos la mirada de lo que aquel ha visto. El espectador siempre es un voyerista. No participa del drama. Sin embargo, él es el responsable de la experiencia estética de la obra.

Por último, la última mirada no humana. La del gato que está debajo de la cómoda. Se encuentra agazapado y con miedo. Con los ojos muy abiertos advierte que algo fuera de lo normal está sucediendo, percibe el miedo de los humanos y los sonidos al quebrase el cristal de la ventana. Mirada de miedo y asombro.



Obed Delfín 
Coordinador-Investigador DATPA




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