Muerte de Sucre en Berruecos: la estética de lo sublime. ¿Por qué?
“Muerte de Sucre en Berruecos”.
Arturo Michelena. 1895[1]
El cuadro “Muerte de Sucre en Berruecos” de
Arturo Michelena se inscribe en la estética de lo sublime. ¿Por qué?
En el presente escrito intentamos dar una
respuesta, aunque breve e incompleta, a la pregunta del por qué. Para esta
tarea recurrimos a algunas categorías expuestas por Edmund Burke en su texto “Sobre
el origen de nuestras ideas acerca de lo Sublime y de lo Bello”[2]. A
partir de las mismas, exponemos algunos elementos presentes en el cuadro que lo
definen como inscrito dentro de la estética de lo sublime.
Pena
y placer: Ante el cuadro, el espectador siente, a
la vez, el conflicto de ambas pasiones. Pena por el Prócer caído, asesinado
vilmente. Placer por la pieza pictórica, que Michelena ha ejecutado de manera
magistral. La cual refleja ese momento aciago para la República en el siglo
XIX. El cuadro en su composición arroba al espectador por la conjunción de
ambos sentimientos que en él conviven. A través de estas emociones se da en
nuestro ánimo un movimiento violento, que hace que nos detengamos a contemplar
la obra en cuestión.
La idea de pena y muerte causan en el
ánimo del espectador tendencias de horror, en este caso de horror estético. Ya
que incide sobre la vulnerabilidad de lo que nosotros somos como seres finitos.
Y todo lo que de algún modo es terrible o versa sobre situaciones terribles u
obra de un modo semejante es principio de sublimidad[3].
La
simpatía: En la apreciación estética de esta obra
de Michelena no somos ni podemos ser espectadores indiferentes, a las cosas que
el sujeto del cuadro padece. Por eso nos involucramos con y en la obra. Con el sentimiento
de simpatía participamos de la desgracia y de la vileza perpetrada contra el
Gran Mariscal de Ayacucho. Lo hacemos parte de nuestra propia desventura. Por
eso, la pena que sentimos ante el cuadro es principio de sublimidad, ya que
atañe a nuestra muerte misma.
Del Gran Mariscal de Ayacucho que yace en
tierra nos llega su alma, nos hiere su muerte más que el recuerdo de sus
triunfos y virtudes. Porque su caída ha quedado plasmada, en sus viles
circunstancias, en la obra de Michelena. La grandeza de las causas que
defendía, sus merecidos triunfos y su prosperidad futura quedaron truncados por
el vil asesinato y esto nos conmueve por el sentimiento de simpatía. Nos unimos
emocionalmente a la desgracia que al
héroe le ha acontecido.
Los
efectos de la tragedia: La desgracia que tenemos
ante nuestra vista, de manera contradictoria, nos causa un deleite estético
mezclado con inquietud. Lo cual impide que nos retiremos de manera indiferente
ante la escena que tenemos delante de nosotros. Ante el infortunio representado
artísticamente no podemos actuar con indiferencia. Nos ha atrapado.
Para que el sentimiento de inquietud se
manifieste como un sentimiento sublime es necesario que nuestra vida esté fuera
de todo peligro, De esta manera, es que podemos deleitarnos ante las
adversidades representadas por esta obra de arte. La turbación o inquietud de
pena y peligro se da de manera sublime cuando nos hallamos resguardadas de
aquellas. La inquietud por el atentado contra Sucre nos causa turbación; no
obstante sabemos que nosotros estamos fuera de peligro. Por eso se llama
sublime a todas esas pasiones que causan este deleite[4].
El
asombro: Ante el cuadro, se produce en nuestra
alma ese estado en que todos los movimientos de ella se paralizan con cierto
grado de horror. Nuestro ánimo se llena de manera plena con la impresión de
asombro que nos produce la obra. No hay cabida para la racionalidad sino para
la emoción producida por el asombro del acto perpetrado. De ésta nace el
sentimiento de lo sublime, que nos arrebata con una pasión irresistible.
El
terror: Todo lo que es terrible a nuestra visión
nos resulta sublime, porque nos resulta imposible mirar frívolamente aquello que
puede llegar a ser peligroso para nuestra pervivencia[5].
Eso que nos produce terror, en el cuadro de Michelena, está ausente; se esconde
a nuestra vista tras el bosque umbroso y desde allí nos acecha. Sabemos que
está allí, porque vemos el cuerpo del Gran Mariscal de Ayacucho que yace en
tierra sin vida y su caballo huye despavorido, pero no lo vemos. El terror se
ha ejercido y forma parte del espacio del cuadro. La obra está impregnada de
esto.
La
oscuridad: La oscuridad es el elemento necesario,
de uso común, para que algo lo percibamos como terrible. Pues en ésta se
desvanece la claridad de nuestra percepción, ya que no podemos apreciar los
límites que nos circundan y desconocemos de dónde puede llegar el peligro. El
ambiente que rodea y enmarca la figura de Sucre es umbrío. El pálido rostro, ya
mortuorio, del héroe patrio está enmarcado por la oscuridad del bosque, esta
penumbra es el escenario, el telón de fondo donde se representa el drama en que
se asienta la figura principal.
La oscuridad aumenta nuestro terror e
impresiona nuestra sensibilidad. Excita nuestras emociones, En la oscuridad se
esconde y acecha el terror, el peligro y nosotros nos sentimos paralizados por
la figura que está al otro lado, que nos observa y nosotros no podemos ver.
Como he indicado en la nota 1, el cuadro en
la reproducción de la hacemos uso está muy iluminado y se pierde el efecto de
la oscuridad[6].
Obed
Delfín[7]
Coordinador-Investigador
DATPA
Caracas,
enero 2023
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Muerte_de_Sucre_en_Berruecos_1895.jpg.
Nota: el cuadro original es un poco más oscuro, en esta reproducción el mismo
está muy iluminado.
[2] Edmund Burke. Sobre el origen de
nuestras ideas acerca de lo Sublime y de lo Bello. Alcalá. Universidad de
Alcalá, 1807
[3] Cfr. Edmund Burke, p. 37.
[4] Ibid. P. 53.
[5] Ibid. P. 60.
[6] Invitamos al
lector a ir a la Galería de Arte Nacional (GAN) a ver el cuadro que se
encuentra expuesto en la Sala Principal.
[7] Email. obeddelfiniartes@gmail.com
+58-4149138602
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