La Miseria 1886
En “La Miseria” de Cristóbal Rojas se conjugan cuatro miradas.
Las del cuadro son miradas ausentes, pérdidas dentro de sí mismas.
La mujer, con el seno a la vista, parece dormir bajo el ahogo de alguna enfermedad. Es lo onírico lo que predomina en ella, o tal vez la cercanía de la muerte en su primera ronda como hecho real. La ausente en su penumbra. Podemos indicar que no mira, los ojos están cerrados. Es la mirada que ya se ha ido.
El hombre mira pero no ve. Es la nada. La ausencia del afuera y del adentro. Se mira a sí mismo en su propia ausencia, mientras sus ojos permanecen abiertos ante la miseria de la vida. El peso de la vida es demasiado grande, la mirada está puesta en lo vacío. Es la mirada sin sentido, lo vacuo. El sentimiento oceánico de la orfandad.
El artista se ha inmiscuido en este drama para revelarlo. Se mantiene distante. Es un notario de la vida. Su mirada solo es el registro objetivo e imparcial de lo que ahí sucede. Ha solidificado el hecho de dos vidas en la miseria, esa ha sido la función del pintor.
El espectador hurga en el drama, se place en él. Es quien lleva la carga de la experiencia estética. Se siente afectado por la fatalidad, pero no tocado. Pues, él es ajeno al mismo, es la segunda mirada exterior. Sabe del drama, pero no lo vive o lovive desde el arte. Para él es solo una apreciación estética, no una experiencia vital.
Obed Delfín[1]
Coordinador-Investigador DATPA
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