CARNAVAL: ESTÉTICA Y SEMIÓTICA
El carnaval es sobre todo una disposición grandilocuente, que acaba consintiendo cualquier forma simple de placer. El mismo es sensible, está incito en el cuerpo, solo pertenece a éste. Excluye descaradamente a la razón.
En este sentido, es una estética subversiva, aun cuando haya sido institucionalizada. Es sedicioso porque lo que prima es la sensación, y esta es individual.
Es la apertura total a la ambivalencia, a la ambigüedad. Es una fuente de evasión y de manifestación irracional. Nos revela los hechos subrepticios de la naturaleza humana y de la situación histórica que provoca esa manifestación de la carne.
El carnaval produce la deconstrucción de las diferencias entre lo literal y lo figurado. Rompe la jerarquía de los discursos que tienen pretensión de verdad frente a la ficción. Se da un enfrentamiento entre lo enunciativo y lo performativo, entre lo que se pretende decirse y lo que se dice a través de la máscara, del disfrazas, del baile.
El carnaval es una épica sin héroes. Una poética de los desgraciados que aspiran, sin saberlo, a subvertir toda aspiración para hacerla realidad. Las carnestolendas pueden trágicas o cómicas. No obstante, la metamorfosis, la mutabilidad es en principio cómica; por el contrario, la necesidad trágica anida en la forma disimulada del placer de un mundo rudo que resulta revelado.
La cuestión estética y semiológica del carnaval no es desestabilizar momentáneamente la estructura de clases, sino sacar provecho de la ironía social que tiene delante. A través de la máscara y el disfraz el sujeto habla un lenguaje sofisticado, entonces ni el discurso ni los signos son simples. Muchos menos las sensaciones.
La ironía es que lo carnavalesco confirma con su juego de lenguaje la autoridad y, a la vez, la desacredita. Pues hasta un bufón puede representarla; puede encarnar un discurso de pasiones simples mientras expone la falsa hondura, que es redundante y artificiosa.
Es la ironía de una estética de lo simple y lo complejo, de lo espontáneo y de lo impostado, de lo natural y lo artificial; donde se revela una metáfora, una imagen conflictiva y risueña. Escenifica, a la vez lo, trágico y lo cómico. Eterna disociación entre la conciencia y el objeto, entre lo complejo y lo simple.
Es siempre un juego que se juega entre las esferas de las posibilidades positivas y negativas. Lo decisivo de la simbología carnavalesca es que no incorpora ni está interesado en absolutizar un discurso, ni un momento; pues él encarna simultáneamente lo inhóspito y la hospitalidad. Lo carnavalesco es la inadaptación ontológica del sujeto que lo encarna.
Expresa una actitud consciente de la ficción, del lenguaje del cual hace uso. Se escapa a toda regla cuando juega a jugar de manera cómica y placentera, con esto saca ventaja a toda situación de desajuste. El carnaval es un momento existencialista de disociación.
Lo carnavalesco es una estética del derroche, de la exageración. Toda la semiótica lo avala. Las ilusiones escapan de la ceguera y la represión. Es un consuelo carnal, sensible. Una visión optimista de la vida, un sinsentido que se saborea a sí mismo. Por eso encarna toda contradicción.
Es paradójico lo carnavalesco. Se dan cita el niño y el adulto que imitan al héroe, a la ficción; el novicio, el charlatán, el descolocado, el exiliado, el desvergonzado, el inadaptado. Todos tienen cabida en una estructura horizontal, en tanto representa un personaje de la comedia social. Hasta el espectador queda atrapado en el espectáculo de esta estructura.
Lo carnavalesco simboliza, con sus disparates, la disparidad en que está inscrito el discurso social. La tarea crítica de lo carnavalesco reproduce la ingenuidad y la perplejidad que empuja a los personajes a comportarse de manera desmesurada, sin convertir esta puesta en escena en un fin en sí mismo. Hay una voluntaria artificiosidad que se sale de las convenciones o las ridiculiza. El carnaval se convierte en la recuperación del estado de perplejidad.
El carnaval solo confía de la retórica visual y en la estética circense y teatral. Así se muestra como el verdadero escenario de la vida. El relato que nos presenta el carnaval es exagerado y descabellado, ajeno a la razón. Lo carnavalesco es la resolución imaginaria de sentimientos, de libertad, de ficción, de particularidad y originalidad.
Coordinador-Investigador DATPA
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